Alvarado, Ver. (AVC).– En el puerto pesquero de Alvarado, entre el olor a madera húmeda y el sonido de las mareas, un maestro constructor naval trazó a mano los planos de una embarcación que años después se convertiría en leyenda. Era 1986, y en ese pequeño astillero veracruzano comenzaba a cobrar forma La Marigalante, la réplica de la Nao Santa María de Cristóbal Colón. Hoy, casi cuatro décadas después, su creador, Óscar Luis Camarero Figueroa, mira con tristeza las imágenes del barco hundido frente a las costas de Puerto Vallarta, Jalisco: “Yo sé claramente que no la van a reparar por el costo, y qué caso tiene una reparación cuando se puede construir una nueva”, dice con voz pausada.
Una obra nacida en el corazón de Alvarado Camarero recuerda que la embarcación fue un reto técnico y sentimental. “Primero porque se hizo en Alvarado, mi tierra, y segundo porque tuve que rehacer todo el proyecto. Los planos originales los había diseñado un doctor en arquitectura naval español, pero cuando los vi, supe que estaban mal.” Ese comentario —confiesa entre risas— molestó al capitán Vital Alsar, promotor del proyecto, un aventurero español que soñaba con revivir las rutas marítimas de la historia.
“Él se enojó, pero después entendió. No había dinero, no había materiales, pero había voluntad. Yo me subí al barco y no me quedó más remedio que trabajar”, relata. Durante años, el astillero alvaradeño fue su hogar. “Cuando la construí, me acordaba de las clases de historia, de Colón, de las carabelas. Era una embarcación bellísima, distinta a todo lo que habíamos visto aquí.” Una historia de pausas y regresos El proyecto enfrentó pausas y carencias. México vivía una crisis económica y la obra se detuvo casi cinco años. No fue hasta 1986, con el apoyo del entonces gobernador Fernando Gutiérrez Barrios, que la construcción se reanudó. Finalmente, el 27 de septiembre de 1987, La Marigalante fue botada al mar. Con sus 36 metros de eslora, 11 metros de manga y 420 toneladas de peso, zarpó rumbo al puerto de Veracruz y después a Santander, España, donde fue recibida como símbolo de amistad entre naciones. El adiós a una obra irrepetible Este viernes, la noticia de su hundimiento corrió como una ola entre los viejos constructores de Alvarado. Camarero no oculta la nostalgia. “Cuando la vi en el agua por primera vez sentí orgullo. Era como ver navegar un pedazo de mi vida. Hoy verla hundida duele, pero me queda la satisfacción de haberla hecho con las manos y el corazón.” Reconoce que su reparación será difícil y costosa, “una labor casi imposible”. Pero también cree que su historia no termina ahí. “La Marigalante fue más que un barco. Fue el sueño de un pueblo que sabe trabajar con el mar, y mientras quede alguien que la recuerde, seguirá navegando en la memoria de Alvarado.”
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