Xalapa, Ver.- (AVC/Marco Antonio Pérez) Josmar tenía ocho años cuando sufrió quemaduras graves mientras jugaba con fuego en su casa, en Martínez de la Torre. El accidente marcó su cuerpo y su infancia: rostro, abdomen, brazos y piernas fueron alcanzados por las llamas. Desde entonces, comenzó un proceso médico largo y doloroso.
Durante más de dos años, Josmar fue sometido a múltiples cirugías, injertos de piel y tratamientos especializados en el Hospital de Alta Especialidad de Veracruz. Con apoyo de médicos locales y convenios con hospitales internacionales, su cuerpo ha ido recuperando movilidad, especialmente en piernas y articulaciones afectadas por las cicatrices.
Esta galería documenta su camino: desde el accidente hasta los momentos en que volvió a caminar. También es la historia de su madre, del personal médico, y de un niño que sueña con volver a la escuela, correr y abrazar sin dolor.

La Piel de fuego
En de diciembre de 2022, Josmar Caleb prendía cerillos mientras sostenía un bote de tinta para zapatos, tenía ocho años, estaba en su casa, en Martínez de la Torre. En un instante, el fuego lo envolvió. No hubo tiempo de gritar, las llamas recorrieron su cuerpo pequeño: rostro, abdomen, brazos, piernas, lo que siguió fue un traslado de urgencia, una camilla, una herida abierta que no sólo fue de piel, su infancia, en segundos, se detuvo.

Cicatrices que caminan
Ese mismo día fue trasladado al Hospital de Alta Especialidad de Veracruz (HAEV). Ingresó al área de quemados, donde comenzó un proceso médico prolongado. Cirugías, injertos de piel, prevenciones contra infecciones. Durante dos años, Josmar pasó por diferentes etapas. Cada procedimiento buscaba preservar movilidad y reducir las secuelas físicas.

De Galveston a Veracruz
En enero de 2025, Josmar entró de nuevo al quirófano. La intervención fue posible gracias a un convenio entre la Secretaría de Salud de Veracruz y el Hospital Shriners de Galveston, Texas. El doctor Ramón Zapata, junto a un equipo de especialistas veracruzanos, encabezó el procedimiento. El objetivo: liberar zonas de piel contracturada que dificultaban sus movimientos. Cuando terminó la cirugía, Josmar pudo volver a caminar con mayor libertad.


Un segundo injerto, una segunda oportunidad
Un mes después, volvió a ser operado. Esta vez, el equipo del Hospital de Alta Especialidad de Veracruz, dirigido por la cirujana pediatra Leticia De Paredes Soto, le injertó piel en la pierna izquierda. También aplicaron un bioimplante, Epifast, para estimular la regeneración del tejido. La cicatriz que le impedía doblar la pierna comenzó a ceder. Las manos médicas tejían, de nuevo, un camino sobre la piel marcada.

El sueño de un niño-marino
Josmar habla de lo que quiere hacer cuando termine todo esto. Dice que quiere regresar a la escuela, correr en la cancha, ver a sus amigos. También dice que quiere ser marino y servir a su estado. Lo dice con claridad. No lo susurra. “Les digo a mis compañeros y a todos los niños que no jueguen con fuego, porque se pueden quemar como yo”.

Una madre que no se quiebra
Su madre, Teresa Méndez, recorre la memoria sin pausas: el momento del accidente, el traslado, los llantos, los días sin dormir. Nombra las cosas como fueron. Hoy lo ve caminar y repite una frase: “Estamos muy agradecidos, porque nunca nos dejaron solos”.


Una cicatriz que se convierte en camino
La historia de Josmar cruza hospitales, decisiones médicas, burocracias y resistencias familiares. No está solo. Es parte de una fila silenciosa: niñas y niños que esperan recuperar algo tan esencial como poder moverse, jugar, abrazar sin dolor.