Formas de movilidad: imponderables y desafíos cotidianos
Por: Efraín Quiñonez León
2 de febrero de 2023
Dentro de las múltiples problemáticas que se enfrentamos a diario en nuestras ciudades sin duda alguna el tema de la movilidad de las personas es uno de los principales y más conflictivos en un país como México. Una minoría se desplaza en transporte privado con un costo ambientalmente alto y con frecuencia, simplemente para movilizar a una sola persona.
David Byrne, músico y escritor, ha desafiado la implacable ley de las megaciudades y en las ciudades modernas que tienen en el vehículo privado la aspiración de todo citadino. El famoso vocalista y compositor de la banda americana Talking Heads, ha preferido hacer sus recorridos en bicicleta no solamente por un principio ecológico, sino por una cuestión lúdica y de salud. En sus Diarios en bicicleta, nos relata sus historias en distintas urbes, lo mismo en New York, Detroit, Buenos Aires o Berlin. A todas ellas ha viajado con su infaltable vehículo de dos ruedas.
Aunque en cada ciudad los desafíos de trasladarse en bicicleta son distintos y con variados grados de peligro, no cabe duda que aceptar y ser consecuente viajando en bicicleta le imprime un gran sentido de responsabilidad con el ambiente sino que, además, resulta digno de encomio porque este hecho tiene consecuencias positivas en relación con nuestra condición física cuando la vida moderna nos condena a una muerte lenta y cruel derivada del sedentarismo.
Una joven lectora me ha comentado sus peripecias no en bicicleta, pero sí en un tipo de transporte que tiene sus propios riesgos. Digamos que su incomodidad no tiene su origen tanto en las condiciones generales de este tipo de transporte, ni con el desempeño del operador o el tipo de “convivencia” al interior del vehículo. Siendo todavía una estudiante y las limitaciones económicas que en dicha condición a menudo se tienen, considera que deberían existir apoyos para descuentos como en el transporte público “normal”. Con otras palabras, cree que se deben aplicar descuentos para apoyar la economía estudiantil y, desde luego, la de sus familias.
Con el incremento de la inseguridad y el acoso del que a menudo son objeto las mujeres se ha diseñado una modalidad de desplazamiento a través de un transporte exclusivo para ellas, de tal manera que puedan evitarse situaciones de riesgo. En la Ciudad de México, por ejemplo, desde hace muchos años en el Metro casi en todas las líneas se dejan vagones exclusivos para mujeres. También, se han implantado taxis exclusivos para ellas.
Hace pocos días, en efecto, me percaté de la existencia de un autobús que en Xalapa comienza a circular transportando únicamente a mujeres. La verdad, ya había visto taxis con esos fines, pero ignoro cuándo se implantó esta medida de movilidad urbana masiva exclusivo para mujeres.
Comento con mi joven y asidua lectora que, efectivamente, podría ser una genuina demanda el hecho de tomar en cuenta el costo del transporte y aplicar una suerte de subsidio para estudiantas.
Sin embargo, aceptando que esta resulta una genuina demanda para estimular ese tipo de transporte y que las mujeres viajen un poco más seguras, le pregunto cuál es la diferencia entre pagar boleto completo, digamos, frente al descuento que a menudo se aplica cuando se trata de estudiantes. Me
informa que el pasaje, digamos, normal cuesta 9 pesos y con descuento se pagan 6. Le digo que bien vale pagar la diferencia de 3 pesos si puede evitarse el acoso e incluso agresiones sexuales de todo tipo que frecuentemente ocurre en el transporte público en el que viaja todo mundo.
Es verdad que el costo de moverse en transporte público tiene un impacto en la economía familiar y considerando tan sólo un viaje redondo diario implica desembolsar 100 pesos a la semana, o sea, 400 pesos al menos. Todo ello si únicamente tomamos en cuenta que la familia tiene un hijo, pero si se tienen más aquella cantidad se multiplica por el número de integrantes de la familia.
Por otra parte, la eterna demanda de contar con transporte público eficiente y seguro es difícil que pueda cumplirse por diferentes circunstancias. Los operadores están sujetos a un régimen de explotación brutal con salarios miserables y expectativas de vida relativamente cortas por enfermedades derivadas del tipo de trabajo. Además, suelen enfrentar problemas con algunos pasajeros, aunque también existen choferes que convierten los autobuses en un desafío constante a la muerte por la velocidad inmoderada a la que conducen las unidades con el propósito de ganar pasajeros.
El hecho de que las unidades a menudo estén convertidas en auténticos muladares es una frivolidad frente al deplorable estado mecánico de los autobuses; lo que convierte en una temeridad el uso de este transporte.
Ninguna autoridad municipal o estatal ha podido aplicar una regulación que permita contar con un sistema de transporte colectivo que privilegie la seguridad, la salud y la comodidad de los pasajeros. Las organizaciones de transportistas a menudo pueden llegar a tener tal fuerza como para poner en una auténtico predicamento a cualquier autoridad. Por ello mismo termina por coludirse y llegar a arreglos informales que, por un lado, permiten la movilidad de las personas en las condiciones precarias y, por otro, ofrecer un servicio no ideal sino aquel que es posible en semejantes condiciones.
Mi joven y aguerrida interlocutora vuelve a investir, y me dice que no ve la razón de por qué un derecho ya adquirido, el que significa tener un descuento en su calidad de estudiante, deba perderlo por el simple hecho de usar un transporte exclusivo para mujeres. Le digo que estoy de acuerdo, pero hago todo mi esfuerzo por mostrarle otros ángulos de la cuestión. El tipo de transporte refleja las condiciones de nuestro país, con una desigualdad tremenda y un régimen de explotación brutal para los trabajadores. Es verdad que hay gente muy rica, lo que significa que el país puede salir adelante si se generaran las oportunidades necesarias y se combatiera el régimen de desigualdades imperantes. El Estado es imprescindible como agente regulador de las escandalosas disparidades existentes. En este sentido, cabe insistir que tenemos una sistema de transporte deficiente y malo porque la voracidad de los empresarios de este sector no tiene límites y, además, están sometidos al pago de rentas para que los dejen circular. El problema no es de normas, sino de voluntad política para caminar en otro sentido al que a menudo estamos acostumbrados todos. |