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Lunes 20 de octubre de 2025
Lluvias: la genial desmesura

Actualizado: 2025-10-19

Lluvias: la genial desmesura


Por: Efraín Quiñonez León


19 de octubre de 2025


 


Tiro Libre


La lluvias suelen traer buenas noticias, pero no siempre. Para la agricultura es bueno que llueva, aunque no tanto. Un desequilibrio en la cantidad de agua que se precipita a la superficie de la tierra produce pérdidas y, también, colapsos económicos que pueden derivar en conflictos sociales.


Creencias antiguas invocaban al dios de la lluvia a fin de proveerles del vital líquido para las cosechas y satisfacción de su población. Sin embargo, al mismo tiempo las precipitaciones pluviales producían antes como ahora alguna que otra calamidad. De modo que la invocación a los dioses no solamente tenía un valor simbólico sobre la vida misma sino que, también, era menester para una provisión suficiente y sin excesos.


Un monstruo urbano que pudo haber sido la segunda Venecia en el mundo, año con año padece las inclemencias del exceso de agua provocado por las lluvias cada vez más atípicas (me pregunto ¿cuándo dejan de ser atípicas si lo supuestamente extraordinario se vuelve cada vez en lo ordinario?), que terminan por anegar calles e inmuebles provocando pérdidas económicas y de vidas humanas que podrían haberse evitado.


Manuel Perló, investigador de la UNAM, acaba de publicar un libro acerca de las dificultades de la Ciudad de México en su convivencia cotidiana con el agua, sea por su sobreabundancia o por su escasez. El autor nos conduce por una suerte de laberinto que literalmente nos remite hasta la época del Imperio Azteca, los desafíos para convivir en un sistema de lagos para asentar una enorme ciudad para su época y constituir uno de los reinados que duró casi 200 años dominando buena parte de la meseta central. La Ciudad Sumergida, constituye una obra de divulgación que trata no solamente de llegar a un pública amplio sino, principalmente, reconocer que así como la acción humana ha sido particularmente perjudicial para el medio ambiente, también ha quedado reflejado en el conocimiento las distintas estrategias y maneras con las que hemos lidiado con los retos que significa nuestra convivencia cotidiana con el agua.


En 2021, Alemania padeció quizás uno de los peores desastres originado, también, por las inclemencias de las condiciones climatológicas que provocaron lluvias intensas que, a su vez, tuvieron como consecuencia el desbordamiento cuerpos de agua circundantes a Renania del norte; situación que terminó por sepultar pueblos enteros.


Apenas el año pasado, en Valencia, España, los reyes no pudieron contener la furia de los habitantes ante las brutales consecuencias de las lluvias que habían padecido días antes; por la falta de eficacia de los servicios de emergencia y, por sobre todo, lo tardía de la respuesta del Estado ante la tragedia.


También, el año pasado en la Ciudad de México, particularmente en la zona de Chalco, se vivieron momentos terribles por las inundaciones. En una entrevista radiofónica, a propósito de la presentación de su libro, el profesor Perló Cohen mencionó que los habitantes de esa zona padecieron durante dos meses de la infecta mezcla de agua de lluvia y de drenaje. Fue tan relevante el problema de las inundaciones que fue un tema ampliamente discutido en las campañas a la jefatura de gobierno.


Con justa razón podemos decir que nos encontramos no de situaciones extraordinarias, sino de condiciones recurrentes en las que se agravan los problemas debido a un catálogo de errores muy humanos que terminan por dañarnos más de la cuenta.


Por supuesto, es verdad que las cantidades de agua depositadas sobre la faz de la tierra a partir de la intensidad de las lluvias resulta un fenómeno extraordinario, pero que se están presentando en muchas partes del planeta y esto obedece a nuestros modelos de consumo que contribuyen al calentamiento de la Tierra. Por lógica elemental, si cada vez más se calienta el planeta y el 70% de su superficie está cubierta de agua, pues se producirá más vapor y, por tanto, mayor nubosidad que no es otra cosa que agua condensada, misma que se depositará sobre los continente como lluvias torrenciales. Por eso experimentamos lluvias intensas, con largos periodos de sequía; incendios y demás situaciones calamitosas para la humanidad.


Este cuadro de por sí ya preocupante, se vuelve más terrorífico con los procesos muy humanos de depredación de la capa vegetal del planeta, donde no pocas industrial y grandes compañías trasnacionales extraen minerales y recursos bióticos, en general, para satisfacción de nuestras demandas de consumo (reales o ficticias o, mejor dicho, artificiales). Se añade el crecimiento desmedido de la población, la expansión sin control de las ciudades y otras prácticas depredadoras, pero muy humanas que terminan por dañarnos a nosotros mismos y las consecuencias están a la vista.


La semana pasada tuvimos un fenómeno de este tipo que nos toca de manera más o menos cercana. El desbordamiento del río Cazones, vuelve a colocar en los ánimos sociales, de por sí ya exaltados, el catastrofismo de que todo está mal y eso se debe al problema de la prórroga en la Universidad Veracruzana. Es como jugar de manera brutal a la simplificación: “la culpa de todo la tiene López Obrador; mientras que, del otro bando se esgrime lo contrario: la culpa de todo es de Calderón”. Bajo esa lógica resulta casi imposible establecer juicios más equilibrados con el fin de analizar con serenidad lo ocurrido y sus consecuencias. De lo contrario, no podrán procesarse las mejores decisiones a fin de prever escenarios futuros de este tipo.


No pretendo descalificar las protestas porque, de entrada, me parecen legítimas tanto de quienes se inconforman por lo que ocurre en la máxima casa de estudios de Veracruz, como tampoco de quienes se manifiestan en contra del desastre ocurrido en Poza Rica y municipios aledaños. No obstante, habría que deslindar las cosas para poderlas apreciar en su justa dimensión.


Para nuestra fortuna contamos con una institución, como la CONAGUA, que en estos casos da a conocer diariamente las condiciones climatológicas en todo el país. De hecho, el Sistema Meteorológico Nacional de la CONAGUA todos los días emite información acerca de las condiciones del clima y los pronósticos del tiempo desde el nivel municipal. Un seguimiento sistemático a los Reportes que emite el Sistema nos permite constatar que desde el día 7 de octubre se informaba que el pronóstico para la zona centro y norte de Veracruz, así como para otras entidades de la parte central del país, era que “se prevén lluvias torrenciales” (de 75 a 150 mm). El comunicado concluye informando que “una segunda zona de baja presión con probabilidad para desarrollo ciclónico que se desplazará frente a las costas de Veracruz y Tabasco, una vaguada en niveles medios y altos, los desprendimientos nubosos de la vaguada monzónica muy próxima a las costas del Pacífico Sur Mexicano y el ingreso de humedad del océano Pacífico y golfo de México”.


Desde luego que se necesitan conocimientos especializados para interpretar adecuadamente los conceptos esgrimidos en el informe del Sistema Meteorológico Nacional de la CONAGUA, pero se comprende al menos la alerta de “lluvias torrenciales” y se infiere la “probabilidad” de formación de un ciclón en las costas de Veracruz y Tabasco; más la presencia de “una vaguada” que, si se hace una búsqueda en internet, se desprende que se trata de la formación de muchas nubes que presagian lluvias intensas.


Esta situación obliga a pensar en los perfiles más adecuados de los funcionarios que hoy ocupan cargos de gran responsabilidad política. Con el falso argumento de que no se requiere cierto tipo de conocimientos para gobernar, el presidente López Obrador inoculó con tremenda eficacia en el imaginario colectivo que no se necesita personal capacitado para desempeñarse adecuadamente en algún cargo público. El caso de Poza Rica y muchos más en el país demuestran exactamente lo contrario. Sí se requiere que al menos quienes están a cargo de funciones particularmente sensibles tengan al menos un mínimo de conocimientos técnicos para prever escenarios problemáticos y/o saber cómo responder frente a este tipo de catástrofes. Para empezar, el alcalde de Poza Rica es un exbeisbolista que debe tener amplios conocimientos de cómo detener una bola corta en el juego en el que figuró, pero escasamente puede dirigir una obra que requiere un determinado saber técnico. Más todavía, el encargado de protección civil del municipio es una joven promesa de la abogacía que tampoco es el mejor perfil para prever o atender escenarios catastróficos. En el plano estatal, tenemos a una antropóloga que lleva mucho tiempo en el cargo, de modo que puede ser previsible que a estas alturas algún conocimiento tenga en la materia; pero los hechos demuestran lo contrario. Para terminar este cuadro, resulta que la contraparte a nivel federal es licenciada en artes y coleccionista de cargos públicos debido a su militancia en el reciente partido de Estado. No dudo que todas estas personas hayan acumulado experiencias durante sus años de servicio, pero resulta dudoso que por sus perfiles y los cargos que ocupan se desempeñen de la mejor manera posible o se encuentren en el lugar más adecuado de las administración pública del país. Aquí resulta urgente hacer una realineamiento de los servidores públicos sobre todo a nivel local no para subsanar lo que ya ocurrió, sino para evitar que vuelva a presentarse una situación que genera con razón mucha irritación social.


Bajo la hipótesis de que CONAGUA venía emitiendo comunicados sobre la probabilidad o la inminencia de la intensidad de las lluvias, el siguiente nivel de competencia para alertar, prever y tomar medidas de protección hacia la población serían el propio Gobierno del Estado de Veracruz y el Ayuntamiento de Poza Rica. En específico, estos dos niveles de gobierno deberían estar coordinados para este tipo de fenómenos a través de la Secretaría de Protección Civil y su contraparte a escala municipal. De hecho, no solamente cuentan con áreas específicas para la prevención del riesgo sino que, además, cuentan con material e instrumentos cartográficos donde se ubican las zonas de riesgos en el territorio. ¿Por qué no actuaron es la pregunta que flota en el ambiente? Para mala fortuna, la gobernadora emite una penosa declaración minimizando los hechos (“un ligero desbordamiento del río Cazones”); cosa que enardece a la ciudadanía local y, por esas razones, fue recibida de mala manera por los pobladores.


Sin embargo, al menos desde 2019, se tiene el registro de que las autoridades locales de Poza Rica, habían señalado la importancia de construir o aumentar el nivel del muro de contención a través del cual se detienen las crecidas del río Cazones. En su plan de arbitrios de esos años se establecieron programas y fondos a fin de realizar la obra, pero esta nunca se llevó a cabo (El País, 18-X-2025). El que no se haya llevado a cabo la obra señalada vuelve a colocar en situación crítica a los tres niveles de gobierno. De nuevo, la pregunta es: ¿Por qué no se llevó a cabo la obra si se sabía que resultaba indispensable para evitar riesgos?


Más allá de esto, es verdad que existe responsabilidad de las autoridades que permiten el desarrollo urbano en lugares no aptos para tales fines y esto se vienen arrastrando de mucho tiempo atrás. En este sentido, los ayuntamientos que permiten el cambio de uso del suelo, las autoridades federales que no aplican la normatividad que establece límites para el desarrollo urbano en zona de alto riesgo (ríos, vías férreas, carreteras federales, etc), el poder corruptor de la industria de la construcción y de las empresas de desarrollos inmobiliarios y la propia ciudadanía que, a sabiendas que ocupa un espacio cuyas vulnerabilidades puede poner en riesgos sus vidas y bienes; todo esto nos ofrece un agrio y descompuesto coctel que nos ayuda a comprender por qué razones las consecuencias resultan tan funestas y alarmantes.


Llegados a este punto, varias medidas correctivas se imponen. En lo inmediato, construir el muro de contención que ya se tenía planteado para evitar más desgracias. Realizar una política de sensibilización entre la población que se encuentra en zona de riesgo y conciliar con los habitantes la necesidad de la reubicación. Ofertar facilidades a las familias para la reconstrucción de sus viviendas y patrimonio. Llevar ajustes en el personal técnico que permita prever y actuar de manera eficaz frente a estos escenarios catastróficos que, para nuestra mala fortuna, seguirán presentándose en el futuro inmediato.

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