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Domingo 15 de junio de 2025
La Imperfección Humana

Actualizado: 2025-06-10

La Imperfección Humana


 


Por Rubén Darío GV


 


Han transcurrido diez días desde la elección en Veracruz, donde los municipios estrenarán nuevos administradores a través de sus cabildos y presidentes municipales. Mi participación activa en ese proceso me impidió publicar la columna el lunes (como era costumbre), pero las repercusiones de esos comicios merecen una reflexión oportuna. Hoy, martes, retomo este espacio para dialogar con ustedes, lectores críticos, sobre un dilema atemporal, ¿puede la imperfecta condición humana, con sus errores y fragilidades, contener la semilla de una renovación social genuina?


 


Desde una perspectiva científica, el aprendizaje se alimenta del error, las redes neuronales se ajustan precisamente cuando corrigen fallos; nuestro cerebro refuerza conexiones sinápticas al reconocer dónde nos equivocamos. De igual manera, en el ámbito social, el reconocimiento de nuestras propias limitaciones (la corrupción descubierta, la discriminación denunciada, la injusticia evidenciada) despierta la autocrítica colectiva. Esta autoconciencia dolorosa no es un lastre, sino el impulso que activa movimientos por los derechos humanos, la equidad de género y la protección del medio ambiente.


 


No obstante, la misma falibilidad humana que genera autocrítica puede, si se arraiga sin control, institucionalizarse como praxis abusiva. El miedo, la codicia y la intolerancia, cuando se asientan en leyes o en esquemas económicos, erosionan la cohesión social. Pensadores como Hannah Arendt alertaron sobre la “banalidad del mal”, acciones atroces nacen de la rutina y la obediencia ciega, no siempre de la maldad deliberada. Así, una sociedad que legitima sus vicios (por ejemplo, tolerando prácticas clientelistas) renuncia a su propia capacidad de regenerarse.


 


La historia misma es el registro de esa tensión, crisis que explotan (revoluciones, audiencias públicas, manifestaciones) y reestructuraciones posteriores (constituciones, políticas públicas, reformas). Desde la Ilustración hasta la filosofía contemporánea, el consenso ha sido que la falibilidad no es un defecto a ocultar, sino un punto de partida para la experimentación social. La clave está en canalizar el dolor del error hacia instituciones que refuercen el bien colectivo, sistemas transparentes de rendición de cuentas, jurados ciudadanos, educación cívica, estructuras que permitan rectificar sin derrumbe.


 


En última instancia, la imperfección humana es espejo y arcilla, refleja nuestras limitaciones y al mismo tiempo nos brinda el material para moldear la sociedad que anhelamos. El desafío resuena en cada acto cotidiano, ¿volvemos a ignorar nuestras fallas o las transformamos en palancas de justicia duradera? La respuesta (y la responsabilidad) recae en cada uno de nosotros, como individuos y como comunidad organizada.


 


Hasta aquí la reflexión de hoy. Los invito a continuar este diálogo en sus hogares, en las plazas, en las redes y en cada espacio donde la palabra conduzca al aprendizaje colectivo. Nos reencontramos la próxima semana.

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