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Domingo 15 de junio de 2025
Razonar, la urgencia de nuestro tiempo

Actualizado: 2025-05-19

Razonar, la urgencia de nuestro tiempo


Por Ruben Dario GV


Nos reencontramos nuevamente en martes, y más allá de la casualidad del calendario, celebro que lo hagamos bajo un tema que exige ser visitado con insistencia: el pensamiento crítico social. En tiempos en que la velocidad de la información supera la capacidad de análisis del ciudadano común, ejercitar el pensamiento crítico ya no es una opción intelectual: es un deber ético y una forma de resistencia.


La era digital nos ha dotado de una sobreabundancia de datos, noticias, posturas e ideologías, que más que informarnos, corren el riesgo de abrumarnos. En este mar de información, no basta con nadar a la deriva: se necesita dirección. Y esa dirección solo la puede brindar el pensamiento crítico, entendido no como una sospecha constante ni como cinismo ilustrado, sino como una herramienta para desentrañar verdades, desnudar falacias y reconstruir, desde la razón, una sociedad más justa.


El pensamiento crítico es más que un ejercicio mental: es una postura política y moral. Es la capacidad (y la valentía) de cuestionar lo establecido, de no rendirse ante la comodidad de las narrativas hegemónicas, de identificar los sesgos y las contradicciones que atraviesan los discursos del poder. Implica abrazar la lógica, sí, pero también la empatía y la justicia como brújula en la búsqueda de respuestas. Porque no todo lo que se presenta como evidente lo es, y no todo lo que se enseña como verdadero resiste el peso del análisis riguroso.


La historia nos enseña que los grandes avances sociales han sido gestados, una y otra vez, por mujeres y hombres que decidieron pensar distinto. La Ilustración, los movimientos por la independencia, las luchas por los derechos civiles y el feminismo no surgieron del consenso, sino de la disidencia. Pensar críticamente es, en esencia, dudar para transformar.


Pero el presente nos interpela con desafíos inéditos. Vivimos rodeados de algoritmos que nos devuelven versiones agradables de nuestra visión del mundo, confirmando nuestros prejuicios y cancelando el disenso. Las redes sociales, convertidas en cámaras de eco, premian el aplauso fácil y castigan la reflexión pausada. Y mientras tanto, nuestros sistemas educativos, en muchos casos, siguen formando repetidores antes que pensadores, domesticando la mente en lugar de liberarla.


Frente a este panorama, urge reivindicar el pensamiento crítico como una praxis cotidiana. No es exclusivo del académico ni del filósofo: es un llamado para el ciudadano de a pie. Razonar es, hoy más que nunca, un acto de rebeldía pacífica.


Es asumir que no toda verdad viene dada, que no todo poder es justo, y que no toda costumbre es digna de perpetuarse.


¿Podremos como sociedad volver a poner la razón al centro del debate público? ¿Podremos romper la comodidad de la pasividad y atrevernos a pensar, incluso cuando hacerlo incomode? En esa encrucijada se juega nuestro porvenir democrático. La libertad de pensamiento no puede ser un lujo, debe ser el motor de una ciudadanía activa y comprometida con la justicia.


Cada persona que decide cuestionar antes de aceptar, investigar antes de replicar, y dialogar antes de condenar, es un agente de cambio. Porque en última instancia, transformar la duda en acción es quizá el desafío más inspirador (y necesario) de nuestra época.


¡Nos leemos la siguiente semana!

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